Matar a un ruiseñor es una de aquellas películas que debe ser vista en familia. Basada en el libro de la escritora Harper Lee que solo el año anterior había ganado el premio Pulitzer; es la entrañable historia de un padre contada a través de los ojos de su hija. Atticus Finch (Magistral Gregory Peck) es un abogado que ejerce en un rural pueblo del sur de los Estados Unidos (Alabama) durante los años de la gran depresión. Sus vecinos; quienes siempre le respetaron y valoraron se ven divididos cuando Atticus decide defender a un campesino negro acusado de violar a una mujer blanca.
La película es entrañable en todos sus aspectos; la forma en que se nos cuenta la historia; la hija ya adulta recuerda aquellos años en que creció junto a su hermano y a su padre. Nos cuenta como su padre les enseñó valores que le acompañarían durante toda su vida, lo difícil que puede ser a veces no renunciar a lo que se cree y que; definitivamente, no existe mejor época que la de la infancia porque es cuando nos adentramos a las vicisitudes del mundo con una limpieza de espíritu que de adultos es muy difícil conservar.
Considerada por los entendidos en cine como una de las mejores 25 películas estadounidenses de la historia; es una obra acerca del odio y los prejuicios raciales que siempre se atesorará. Cuenta con maravillosas actuaciones (donde destaca Mary Badham como la niña a través de la cual presenciamos los hechos), y una más que adecuada adaptación de un libro que ya de por sí era y es una obra de arte. Es en síntesis, una maravillosa adaptación de una historia real basada en los recuerdos de infancia de una escritora. Como agregado, para los cinefilos, la primera aparición en una película de uno de los grandes actores del siglo XX (Robert Duvall).
Una película que querrán ver más de una vez; a sí que hay que comprarla (o conseguirla según los medios tecnológicos actuales) a como de lugar.
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