El 13 de Septiembre recién pasado se conmemoró otro centenario que no debiese pasar inadvertido...el del escritor inglés Roald Dahl; el nombre puede que diga poco pero los títulos de algunas de sus obras más conocidas (gracias al cine principalmente) hace mucho que forman parte del acervo cultural de muchos niños y adolescentes del mundo. Sin embargo este entrañable autor a cien años de su nacimiento, es un mundo por descubrir.
A pesar de que es uno de los genios del siglo XX que ya nos abandonó (murió en 1990) su obra, como es en el caso de los escritores que van más allá de lo que se supone es lo correcto, lo mantiene vivo. Su obra es una constante apología del pensamiento y el espíritu infantil; y entiéndase infantil no como una descalificación, sino todo lo contrario, la obra de Roald Dahl es fresca, nada prejuiciosa, carente de cualquier vanidad heredada y sobre todo...original. Nos hacen mucho falta autores que nos hagan pensar a la vez que reír. Es divertido constatar que se hayan filmado y se sigan filmando tantas películas basadas en libros de alguien que demostró que la literatura puede ser tanto o más adictiva que los medios audiovisuales o que la codicia puede ser el inicio de perdernos a nosotros mismos.
Una vida no muy fácil lo llevó a escribir como escribía y que quede claro que así como su pluma podía ser muy afilada en temas propios de la infancia, no tenía menos filo cuando se trataba de textos dirigidos a los adultos. Existe un nexo inequívoco entre sus libros, ya sean para niños o para adultos y ese nexo es el humor. En las obras de este maestro de la literatura existe garantía de entretención, reflexión y de situaciones que nos recordaran que no siempre fuimos como somos ahora. Si alguien duda de lo que estoy escribiendo; consiga un libro de Roald Dahl, uno cualquiera, y atrévase a asegurar que no le dan ganas de leer otro. Que mejor elogio se puede escribir de un escritor que escribió pensando en los niños de todas las edades.
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