La película que por lejos dio inicio a el cine de ciencia ficción como hoy lo conocemos; es otro de los prodigios cinematográficos de Stanley Kubricks, de quien pienso que realizó películas de variados géneros dejando un poderoso legado en cada una de ellas. 2001: A Space Odyssey es en muchos aspectos una cima inaccesible del séptimo arte a nivel mundial; la meticulosidad del equipo liderado por el a la vez obsesivo y genial director nos deja una obra que aún después de tantos años nos sigue fascinando e intrigando.
No es para nada una película fácil de comprender; tiene demasiadas lecturas (como gran parte de las películas de este director) en lo que sí, justificadamente, nos debemos de poner de acuerdo es en lo arrolladora que resulta la puesta en escena, la delicia permanente de la selección musical para acompañar cada momento en que las palabras sobran y el silencio ya no es necesario. Altos honores al talento de Richard Strauss, György Ligety, Johan Strauss y Aram Jachaturian pues en lo que respecta a la musicalización de la película, sus partituras quedan para siempre unidas a las imágenes.
En lo científico, son muchos más los aciertos que los errores, en lo artístico es una odisea difícil de olvidar, en lo filosófico, queda mucho aún por discutir. Un viaje que va de lo pasado a lo futuro, temibles pueden ser los niveles que puede alcanzar la inteligencia artificial, enorme puede ser lo que desconoce la diminuta mente humana. Como ocurrió con la mayoría de las películas de Kubrick, esta película no fue muy bien recibida al momento de ser exhibida por primera vez pero ahora es una obra de culto, un serie de pequeñas historias que no tienen por que ser explicadas; el espectador solo debe sujetarse fuertemente a su sillón y emprender un viaje a la inmensidad del universo y a las complejas profundidades de la soledad humana.
No es para nada una película fácil de comprender; tiene demasiadas lecturas (como gran parte de las películas de este director) en lo que sí, justificadamente, nos debemos de poner de acuerdo es en lo arrolladora que resulta la puesta en escena, la delicia permanente de la selección musical para acompañar cada momento en que las palabras sobran y el silencio ya no es necesario. Altos honores al talento de Richard Strauss, György Ligety, Johan Strauss y Aram Jachaturian pues en lo que respecta a la musicalización de la película, sus partituras quedan para siempre unidas a las imágenes.
En lo científico, son muchos más los aciertos que los errores, en lo artístico es una odisea difícil de olvidar, en lo filosófico, queda mucho aún por discutir. Un viaje que va de lo pasado a lo futuro, temibles pueden ser los niveles que puede alcanzar la inteligencia artificial, enorme puede ser lo que desconoce la diminuta mente humana. Como ocurrió con la mayoría de las películas de Kubrick, esta película no fue muy bien recibida al momento de ser exhibida por primera vez pero ahora es una obra de culto, un serie de pequeñas historias que no tienen por que ser explicadas; el espectador solo debe sujetarse fuertemente a su sillón y emprender un viaje a la inmensidad del universo y a las complejas profundidades de la soledad humana.
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