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Ana González de Recabarren

Quiero llorar a mares se llama un documental sobre su historia, fue alguna vez presentado por televisión pública y hasta ganó un premio de esos que se dan a los que cuentan las historias y no a quienes las viven o las sufren. No quiero por ningún motivo ser resentido en este momento. No ahora que recuerdo a esta señora tan linda que nos ha dejado sin llegar a saber algo tan sencillo, sin poder despedirse como corresponde de aquellos a quienes amó y buscó tanto.

Sé muy bien que mujeres como ellas caminaron y caminan por este y otros suelos buscando respuestas que no acierto a comprender, no se les dan. Se les reconoce, se les rinde homenaje pero no se les responde. Recordé otra vez a la señora Sola Sierra y me pregunté acerca de por qué estas partidas me siguen doliendo tanto. Caminé con ambas y muchos otros y otras; me sorprendía la ternura, la falta de odio de la señora Anita; adoraba verla porque me recordaba a mi abuela y porque nunca la vi permitirse el odio.

Intento imaginar la impotencia, la inmensurable pena de morir en un país donde se niega el derecho de saber donde están aquellos a quienes amaste y seguirás amando y no es que buscara solo a los suyos, buscó también a los hijos, los compañeros y los nietos de muchos otros. Cuarenta años de caminar, golpear puertas y no escuchar de aquello para lo que se sentía hace tanto tiempo preparada. No hubo para ella más que silencio o ridículas excusas. Justicieramente esta mujer tan maravillosa fue y será muy reconocida y recordada. 

Ahora no nos queda, a aquellos que la vimos o le escuchamos, a aquellos que nos emocionamos o reímos con su fortaleza y su humor, otra cosa que no sea el no permitir que se olvide aquello que al parecer, algunos equivocadamente creen que pasará cuando hayan muerto todos aquellos y aquellas que cargaron con el dolor de lo injusto. No puedo dejar de pensar en quienes no llegaran nunca a comprender que con lo que se ama no se puede negociar ni justificar el odio que nada es lo que construye. Esperar, contar a quienes vienen sobre tus eternas esperas y morir esperando parece ser el único derecho que se les otorga a quienes no actúan con violencia.

Duerma tranquila señora Anita...llegaran, no cabe duda, algún día las respuestas. Aquel día en que verdaderamente termine este invierno tan largo y de todas ustedes y de tantos otros nos acordaremos, o se acordaran aquellos que las reciban. Lloraremos o lloraran porque para esperar y amar se precisa tanta, tanta fortaleza. 
La flores del manzano las recibirán algún día quienes hayan resistido, quienes no se hayan dado nunca por vencidos y sin odio alguno sigan con memoria y dignidad cada día de primavera trabajando.      

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