Esta es la historia de un duque que puede ser como puede no ser el que fue a la guerra, de un niño que se viste como cóndor, una niña que ama y es amada, un anciano que no tiene otra posesión que un palo con que se apoya para caminar, una anciana que sabe que los adultos siempre terminan por recordar aquello que recibieron cuando eran niños, una mujer que no se parece ni se quiere parecer a lo que los otros dicen que debe ser o parecer cualquier hombre o mujer, y la de varios otros y otras que a lo largo de muchos años en las hojas de un cuaderno se fueron enredando.
Es la historia de un lugar donde el pecado no existe porque no existen las religiones, donde los animales conocen de derechos que no se atreven ni siquiera a soñar los esclavos, donde la propiedad privada no existe y nadie sabe lo que es una guerra; sin embargo nadie es quien en realidad quiere ser. La mayoría se conforma con pertenecer. Es la historia de los relatos que unos a otros se cuentan desde el comienzo de los tiempos, de las certezas que de alguna forma, siempre debiésemos estar revisando, de las contradicciones que nos explican y nos hacen ser lo que somos.
Mambruna es el libro que más tiempo me llevó hacer publico. Los escritos que en él se pueden encontrar fueron cambiando según pasaba el tiempo a pesar de que desde el comienzo de las primeras lineas ya presentía claramente hacia donde iban. Preguntas que me dan vuelta desde que yo mismo era un niño, interrogantes e inquietudes que la lectura dejo en mí; la extraña convivencia con personas que terminaron convertidas en personajes y la sensación hacia el final de todo de que esta historia la venimos compartiendo muchas personas.
Leer el libro es un juego muy distinto al de escribirlo. Me provocan paz sus páginas. Doy constancia de esto porque cada uno de los textos que dan forma a la historia fueron escrito en momentos muy diversos; tras de ellos hay tanto amor como soledad, lecturas como ignorancia. Hay la fascinación por los relatos orales que desde tiempos mucho menos civilizados acompañan a quienes están aquí desde el comienzo. Hay la certeza de que personas y animales merecemos buen trato, que el destino inevitablemente es el resultado de nuestras decisiones y de nuestros actos.
Me propuse de una vez hacer públicos estos relatos que tanto me acompañaron como me complicaron; están en ellos las influencias de tantos. Puedo y quiero reconocer que este libro no hubiese sido posible de no mediar el apoyo de quienes, sabiendo de su existencia, me impulsaron siempre a compartirlo. Al comienzo del camino quise contar con un camarada que me hiciera más fácil el trayecto, no fue así la cosa; al final, le pedí a otro camarada que dibujara lo que venía a su cabeza cuando estaba leyendo; esto si pudo ser. este camarada que es uno al que admiro mucho me ayudo a entender que jamás buscaría mi novena sinfonía, que nuestro arte es colectivo y entre todos le damos vida.
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