A veces ocurre que das vuelta en una esquina y te encuentras de frente con alguien que está tan loquito como tú. Entonces sientes el deseo de sentarte a conversar en la acera, sin que te importen los ejércitos de funcionarios que corren sin saber por qué rumbo a sus deberes. Entonces te das tiempo para hablar, para respirar y abres tu corazón a pequeños secretos que creías olvidados. Entre los árboles, vuelves a ver de nuevo hojas verdes, y comprendes que a pesar de todo y de todos, aun existen árboles y te alegras tanto que nadie entendería por qué te pones a reír con tantas ganas.
Miras el cielo y recuerdas que no siempre amanece nublado y ya sabes que no importa en que mundo vivas si después de cerrar los ojos y mirarte para adentro descubres que tienes guardado lo mejor de todos tus tiempos.
Entonces te puedes levantar, puedes darle un gran abrazo a tu loquito inesperado y seguir caminando. Ahora con la certeza de que poco importa el aire contaminado, ni los rostros enajenados, ni la envidia, ni nada, si dentro de ti sigue estando aquello que te permitió conversar con un extraño, aquello que viste al mirarte para adentro, esas desusadas palabras que sabrás compartir con los que entiendan tu inexplicable locura. Eso puede ser la vida. y no le des más vueltas.
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