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Las huellas olvidadas

Hace muchos, muchos años, cuando aun era un adolescente que adolecía de tantas cosas más no de empatía por los otros, hallé un libro de poemas de amor de Miguel Hernández en un persa de cierta feria que por razones laborales frecuentaba mucho en aquellos años. Conocía bastante bien la poesía política de aquel verdadero baluarte de la poesía en español, estaba enamorado y tenía una más que natural inclinación a leer poemas de amor y no pude esperar llegar a la casa para leer estos de los que muy poco conocía. Me tiré sobre el pasto de una plaza que estaba y está todavía intermedia entre la feria y la casa materna, y no paré de leer hasta que hube terminado el libro completo. Los poemas bellísimos (no esperaba menos de Miguel Hernández) sin embargo, lo que más me sorprendió fue que el libro le había pertenecido anteriormente a una mujer a la cual un hombre que mucho le amaba le había regalado. el libro estaba repleto de mensajes de amor más allá de la dedicatoria escrita por el muy enamorado hombre; había versos, pensamientos y anhelos del enamorado escritos de puño y letra. Una hoja en especial tenía la huella de un beso con rouge (olvidada seguro por la mujer que al parecer también estaba bastante enamorada). en el libro quedó la evidencia de que su amor los trascendía a ellos mismos, la página en que está el poema Menos tu vientre estaba marcada en su inicio con sentidas palabras del que amaba dándole a aquellos versos la responsabilidad de ser la extensión de sus propios sentimientos en relación a la historia de amor que ellos juntos estaban escribiendo.
Sin embargo su libro, aquel que quiero creer iba de la mano de uno a la de la otra para volver luego desde los labios de ella al estremecido corazón de él, en cada ocasión con huellas nuevas de un amor que según las páginas colmadas de notas, dibujos y besos al margen sería un amor que no conocería de olvido por parte de alguno lo encontré yo en un descolorido mantel posado sobre el suelo. Desde entonces que de tanto en tanto compro libros usados con boletos del trasporte público, notas y dibujos olvidados entre sus páginas, que imagino la historia que me cuentan las huellas olvidadas por aquellos que en algún momento sintieron que aquellos libros eran la extensión de sus propios anhelos y sentimientos. Leo aquellos libros al menos dos veces; la primera para interactuar con quien escribió el libro; con la persona que seguro muchas otos y otras conocen por el libro que leo o por sus otros libros y la segunda para imaginar respetuosamente lo que significaba aquel libro para la persona que antes que yo interactuó con quien escribió el libro, con aquel hombre o aquella mujer que dejó sus propios papeles, dibujos y manuscritos en las páginas que de modo alguno han aprendido cómo es que se hace para olvidar.    


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