¿Han leído alguna vez oyendo música con audífonos?, ¿Se han aislado por un momento del, no pocas veces, inútil ruido del mundo?. No importa el libro, la música puede ser cualquiera que no los haga querer cantar, porque leer y cantar al mismo tiempo, es una habilidad que no creo tenga una verdadera utilidad sino en los coros o en los conciertos.
Leer escuchando música para poder concentrarse mejor, para acompañar algunos pasajes que para siempre permanecerán asociados a ciertas notas en nuestros recuerdos. Una vez conocí a un hombre que asociaba la lectura de libros épicos con la música céltica, conocí a una mujer que leía novelas de amor escuchando grabaciones de piano y yo mismo, que sin ir más lejos, adoro leer oyendo todo tipo de canciones o composiciones musicales.
No asocio géneros literarios con géneros musicales, lo mismo leo poesía oyendo rock, que documentadas investigaciones acompañado del soundtrack de una película hollywoodense. El hecho es que desde siempre tuve problemas para concentrarme en la lectura, he sido y soy un tanto disperso; el menor ruido me llama la atención, las conversaciones ajenas inevitablemente terminan siendo el inicio de nuevas preocupaciones.
Los problemas de la gente son para mí un inevitable llamado al terreno de la realidad, una invitación un tanto injusta a apartarme de los libros, que por terribles que sean, acompañan y enseñan tanto o más que la gente; pero los libros pueden ser cerrados, dejados en una repisa y allí permanecen invariablemente esperando el momento en que los volveros a leer, las personas no siempre pueden esperar. La música, suave o estridente, resiste ser disminuida en lo relativo a su volumen, pero no es bien visto andar pidiéndole a las personas que se queden calladas.
Los libros son refugio, las personas fuente inagotable de necesidades, quien lee se nutre y crece por dentro. La música es alimento y sustento para la memoria, boletos que nos permiten volver a sentir aquello que sentimos en otros de nuestros momentos, las personas son un urgente llamado a sus propios momentos y no pocas veces pasa que abandonar la tibieza del refugio, dejar de nutrirse o de añorar nuestros más entrañables momentos nos da la oportunidad de leer o escuchar a otros. Cada día que pasa hay más gente necesitando ser escuchada.
Habrá que buscar urgentemente un equilibrio para el dilema del que doy constancia. No es aconsejable tomar estricto partido por la lectura y la música ni acostumbrarse a nutrir nuestras opiniones de aquello que dice la gente. Cada quién tendrá que hacer una revisión acuciosa de sus propias actitudes y determinar el porcentaje de su vida que le da a una u otra actividad. No es aconsejable dejar de leer y escuchar música y mucho menos vivir pendiente aquello que dicen los demás cuando uno, decididamente, ha optado por dejar de opinar.
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