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Nuestro arte

No es con el fin de ofender o menospreciar ningún tipo de arte que, al fin, todo tipo de arte debiese ser cuando menos digno de respeto, pero el arte que hacen los de la vereda del frente no me parece que sea un arte que pueda prevalecer.

    No resulta extraño ver a quienes cruzar la calle para llevar influencias de esta esquina hacia la esquina opuesta. Y es que nuestro arte está repleto de colores, del resultado natural que otorga la postergación y el sufrimiento.

    Expresar, crear, cambiar la manera en que se observan las cosas es un camino largo que merece ser recorrido. No pocos de nuestros y nuestras artistas mueren sin ser reconocidos; los motivos, tantos como egoístas, envidiosos y arteros. Hay que esperar que el artista esté bien muerto para valorar su arte. Hay quienes son reconocidos en vida, de ellos no tratan estas palabras; tratan de los artistas que intentan en las calles encontrar un poco de combustible que les anime a seguir creyendo o creando, que no sólo se oye parecido, si no que parecen ser atributos humanos que van íntimamente entrelazados.

    El arte nuestro es porfiado, porfiado y resentido porque no puede ser de otra forma. Un arte que, siendo verdadero, ya no sea ignorado, que sea manipulado como mero pretexto para darle a alguien dinero, no puede ser por demasiado tiempo arte. Producto comercial es lo que llamamos arte. Algunos innegablemente excelsos, qué duda cabe, pero si es que se promociona, es arte que lucra y conviene. Casi nunca retribuye al artista, él o ella han de conformarse con recibir mendrugos de reconocimiento, eso mientras dure la moda porque el mercado es caprichoso y estruja aquello que vende hasta que se le extrae la última moneda.

    Nuestro arte poco o nada entiende del dinero; casi siempre salimos perdiendo, improvisamos los materiales, establecemos comunidades artísticas en las cuales nos sentimos un poco menos raros o solos.

    El arte de la vereda del frente cuenta con variadas e incontables tribunas y sin embargo es tan plano y repetitivo. Nuestro arte espera hundido bajo la tierra, incluso debajo del barro esperando brotar algún día. Pletórico de colores y propuestas que se van alimentando de las certezas que llevamos años cosechando.



 

 


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