Hoy en día los diarios, además de de papel, son digitales. Una apps más de aquellas que reinan en la cotidianidad de las personas y que se actualizan en tiempo real porque así es ahora la vida. En un desván oculto tras una puerta corrediza, detrás del respaldo de la cama en que duermo, hay guardadas muchas cosas: carpetas, libros muy antiguos y una caja de madera, de esas que los feriantes compraban llenas de frutas cuando yo era niño, repleta de diarios viejos. Nunca para mí el diario tuvo vida solo un día. Temprano me di cuenta de que la historia de las personas es cíclica y que los errores de ayer son, no pocas veces, las certezas del hoy. Guardé aquellos diarios porque tienen artículos, crónicas y noticias que siguen teniendo algún atisbo de valor para mi.
Leo diarios digitales. Diarios de todo el mundo y en español porque mi inglés no es, en modo alguno, avanzado; bastante entiendo leyendo, pero no lo suficiente todavía para hacerme una idea clara de los puntos de vista con que se abordan aquellas crisis y noticias que nos afectan a yodos como seres humanos y que los poderosos (y atención que ahora el poder no necesariamente tiene que ver con tener dinero) siguen forzando a las masas a engullir como si fuera el mejor de los suplementos alimenticios. También hay diarios digitales que buscan informar a aquel caprichoso grupo humano que se define así mismo como el pueblo; pero al igual que ocurre en el caso de los medios homónimos de la vereda contraria, campean los discursos tan repetidos como inútiles a esta altura del entendimiento humano. Quienes buscan informarse suelen leer aquello que confirma lo que ya piensan, muy pocos se atreven a leer/escuchar a quienes piensan distinto por lo que la mayoría de los intentos informativos debieses ser abortados.
Las paredes cada vez tienen más carteles, las páginas impresas cada vez más publicidad y aquellos que buscan profundizar en beneficio de su entendimiento, deben aprender a lidiar con toneladas de información irrelevante a menos que estén dispuestos a pagar por ser tratados con algo más de respeto. Este es un acto normal en los tiempos que corren. Una sano ejercicio sería pensar quien financia aquellos medios de información que dicen ser independientes y gratuitos. No es que todo sea malo con respecto a los diarios o los boletines informativos que buscan ser independientes del influjo de cualquier tipo de poderoso ni que las noticias de ayer se parezcan tanto a las del día de hoy salvando el tecnológico envoltorio en que las leemos. En todo hay una cuota de verdad. Todo acto humano ofrece un rango de aprendizaje y depende de nosotros leer, atrevernos a sacar nuestras propias conclusiones y recordar que el conocimiento no pocas veces nos desafía a no sucumbir a los tormentos. Saber es poder...afortunadamente existen todavía quienes usan la información como base de sus intentos por dignificar a los otros. No siempre la información tiene que ser entendida como un medio para lucrar. La culpa todavía no es del chancho y sigue siendo de aquellos que le dan el afrecho.
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