En 1971; el hombre en cuestión publicó un disco que me gusta mucho. Canciones que definen de algún modo el camino que este periodista-poeta-músico-escritor había decidido recorrer. Alguna vez le escuché decir que a él no le gustaba cantar sobre sí mismo; que le gustaba cantar las historias de otros. Otros que en sus últimos meses - ya sin el amor que él había determinado que era el amor de su vida - le habían hecho cercana y distante compañía. Esos otros y esas otras le otorgaron lo que la cultura gubernamental le negó.
A nadie le debiese extrañar que aquellos que viven, aman y mueren contrariando a aquellos otros que pactan. Que con su vida averguenzan a quienes premían o reconocen tengan vedados el público reconocimiento. Los tristes funcionarios le siguen teniendo miedo a los hombres lobos...casi tanto como le temen a las mujeres lobas...aunque nunca tanto. En este disco que cuento el hombre le canta a Edurne, nos vaticina que Mórimos solos, se acuerda de la Exiliada del Sur habiéndose ganado con propios sufrimientos sus marcas de exiliado. Declara que aquel que no puede ser asesinado tiene un nombre y que Su nombre ardió como un pajar. Se acuerda de Tamara Bunke como en otras tardes recordó a otras casi tan bellas como ésta que ahora recuerda.
Es en este disco que el hombre le pide a su compañero más confiado No cierres los ojos provocándome a mí, muchos años después, una pena grande, muy grande al imaginar que, dos años antes del horror, el hombre pudo prever que el poder tan esperado muy pronto sería de nuevo arrebatado a aquellos que fueron a las elecciones a ganar. Hubo traición, dolor y lecciones por aprender...esa es una historia que a quienes pelean con nuevas porfías no se les debiese olvidar jamás. Herido, desgastado...dueño de tantos dolores propios y ajenos nos sigue mirando a través de La ventana desde la cual nos miró cuando no andaba en el sur profundo, fundido en las minas o remecido por el frio viento que le porfiaba a su porfía en la cordillera.
Y cómo podía terminar un disco de uno que casi estuvo a la altura de la más grande que haya pisado alguna vez esta tierra que no fuera sumido en la nostalgia de Valdivia en la niebla...¡qué canción más hermosa!, más hermosa, poética y tan propia de quienes han venido a amar aunque bien lo disimulen. Cuando el hombre pudo dormirse tranquilo, quizás por primera vez después de tantos desvelos, de tantos sueños que no pretendió nunca que fueran solo sueños suyos, escribía yo sobre la importancia de vivir. Patricio Manns no cabe la menor duda de que vivió una vida plena...acompañado hasta el último minuto por quienes lo quisieron...algunos desde muy cerca y otros desde los rincones más olvidados. Rincones que él nunca olvido. Desde allí lo acompañaron hasta el final aquellos que tuvieron sus letras para no morir tanto cuando por ellos nadie daba ni un peso.
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