Me recuerdo adolescente...en el sentido exacto de la palabra, carente, desprovisto y adoleciendo (sufriendo cierto defecto, carencia, enfermedad o vicio) cuando supe de Pablo Milanés. Venía ligado a la trova de otro que parecía más grande, más admirado o querido...pero a mí me removía algo bien adentro la voz y algunas cosas que decía Pablo y que no decía Silvio aunque no pocas veces podía parecer que decían las mismas cosas. Pablo Milanés había escrito Años, El breve espacio en que no estás y sobre todo Yolanda, tres enormes canciones que me hacen llorar hasta el día de hoy.
Más grandecito tuve un compañero de ideas que se había regalado así mismo una colección bellísima de caset con los discos de Pablo Milanés remasterizados que me estremecieron de manera indescriptible. Allí supe de su amor por el Filin, que es una desformación, de esas que a mi me gustan tanto del lenguaje por que proviene de Feeling, que es sentir, en inglés. Supe de su amor por los boleros que delata la sensibilidad de no pocos revolucionarios, aunque fueron muy pocos quienes lo reconocieron. Pero Pablo, su música y sus letras eran, son y serán mucho más.
Supe de sus desavenencias con el regimen que defendía, de su encarcelamiento y de su aparente reeducación, de las patéticas intentonas de manipularle e incluso de los sentidos homenajes del buro político que le ponía trabas a su arte y que no pudo nunca hacerlo panfleto porque el arte cuando es arte no conoce de encasillamientos. Es tan bello y profundo el arte que nos ha regalado a los nadie Pablo Milanés, tanto y tan basto su aporte a la trova en cualquier idioma que cuesta resignarse, como en tantos otros casos de perdidas escenciales, a que ya no sabremos de él sino lo que sus composiciones nos vuelvan a decir.
Es inevitable necesitar escuchar cada cierto tiempo Yo pisaré las calles nuevamente y Canción por la unidad latinoamericana en el contexto de lucha por los pueblos, Eso no es amor o Para vivir si nos detenemos a hablar de amor, El pecado original y Marginal si pretendemos ser inclusivos en un mundo que pretende integrar e incomprende como siempre. Que estos sentimientos, tan propios de nuestras adolescencias que todavía son tantas, siempre serán más personales que colectivos. Nos invitan a ser más coherentes que consecuentes, más afectuosos que rencorosos...en fin, el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos.
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