Cuando una madre, férrea defensora del socialismo (Katrin Saß), ve como las fuerzas del orden golpean a su hijo (Daniel Brühl) en una manifestación cae en coma. El doctor que la atiende le siguiere al hijo, después de que su madre se recupera del coma, que una nueva emoción muy fuerte podría causarle la muerte. El problema es que durante el coma de la madre cayó el muro de Berlín y con esa caída, cayó el modelo socialista que defendía la madre en el lado oriental de Alemania. El hijo se propone ocultarle, a cómo de lugar, la nueva situación social y política a la madre; para ello tendrá que encargarse de recrear mucho de la antigua forma de vida en un país que poco a poco se va volviendo capitalista. Parece una comedia, y de algún modo lo es, pero es mucho más.
Es una reflexión neutral acerca de las fijaciones humanas, los cambios sociales y económicos que no siempre acarrean los beneficios que se supone debiesen traer, pero sobre todo, del amor incondicional entre una madre y su hijo, el abandono de un padre que no estaba de acuerdo con las ideas de la madre de sus hijos y de un país que tras una larga división tuvo que aprender a constituirse nuevamente en una nación nueva según los estándares de libertad que podemos reconocer casi la mayoría. En esta película de Wolfgang Becker nos encontramos con familiares, amigos y vecinos que se prestan para transformar una pequeña mentira piadosa en una gran representación sobre la condición humana más allá de los discursos políticos.
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