Me refiero a él como mi medio padre porque nunca fue malo como para llamarle padrastro ni responsable como para nombrarlo padre. Conforme yo crecía, él también crecía un poco. Ahora entiendo mucho mejor tantas cosas de no entendía en él; su vida es una colección de errores; la mayoría los ha tenido que pagar muy caros.
Él fue mi mejor amigo durante casi veinte
años. Algunas veces lo acompañaba a los esporádicos trabajos de gasfitería o
conducción que de tanto en tanto encontraba.
Contaba historias increíbles y no pocas veces le vi ayudar a otros sin
esperar nada a cambio. Le escuché hablar con odio de la burguesía y con
devoción de las causas sociales que él no seguía, pero defendía con profunda
convicción. Gracias a él conocí el maní confitado y los turrones, la historia
de Macario que tanto me gusta, las canciones de Alfredo Zitarrosa y los tangos
de Carlos Gardel. Como si todo esto fuera demasiado poco, le vi intentar ser
padre de la menor de mis hermanas que según creo, es lo mejor que a mi mamá y a
él les quedó después de malgastar más de veinte años juntos.
Comentarios
Publicar un comentario