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Entre los libros que compraba con el dinero que mi mamá me daba de lo que yo ganaba trabajando en la feria, vendiendo diarios o haciendo algunos trabajos ocasionales para alguna de las vecinas, mis predilectos eran los de la editorial española Bruguera. Eran libros de bolsillo; aventuras en el oeste, casos de detectives o historias de ciencia ficción escritas al por mayor por escritores que usaban distintos seudónimos para abarcar una demanda de lectores por entonces muy excesiva.
Leía aquellos libros con
una extraña avidez de hallar aquello que no encontraba en la televisión; no
eran libros que se pudiesen después recordar, pero fueron para mí lo que son
hoy las series de televisión para los niños menores de diez años.
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Me fascinaban
también (sobre todo después de los diez años) unos mini libros que de tanto en
tanto encontraba entre los puestos de la feria. Pertenecían a Quimantú;
una editorial que había sido creada durante la Unidad Popular para poner al
alcance de la clase trabajadora libros muy económicos y con la cual, por
supuesto, la dictadura había terminado. Estos libros eran pequeñas joyas de
grandes nombres de la literatura; los leía con sumo respeto, algunos títulos
nunca los pude olvidar y fueron la llave de entrada a varios libros bastante
más extensos que leería años después. Trataban de mundos íntimos, no pocas
veces me transportaron a inolvidables travesías; los recuerdo porque eran mis
mundos, mi refugio en aquellos años donde no había casi nada que fuera
mío. Aquellos libros fueron mis
primeros libros, la semilla de una biblioteca que germinó en cualquier rincón
donde habité.
Por diversas razones no
siempre los conservé, sin embargo, los años los trajeron de vuelta junto a
otros libros esenciales que fui dejando por el camino. Muchos de estos mini
libros los encontré nuevamente en persas y ferias de antigüedades. Hoy tengo
los cincuenta y dos títulos que se alcanzaron a publicar. Estos libros son
ventanitas a una época donde muchos de los adultos que me precedieron soñaron
con un país mucho mejor, también a las tardes en que siendo niño conocí a
autores que todos debieran alguna vez en sus vidas poder leer.
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