En
los últimos años he escuchado no pocas veces que el tiempo está pasando
demasiado rápido; no sé si es cosa de la edad o de los cambios climáticos; lo
que es un hecho es que nuestra percepción de cómo se nos va la vida, en este
momento es un poco angustiante. Es un hecho que, pasado los treinta años, ya
debiésemos tener definido en gran parte el cómo será el resto de nuestras
vidas. A esta edad han terminado los estudios necesarios para poder ganarse la
vida, es muy probable que hayamos tenido al menos "un amor de
nuestra vida" y una cierta independencia económica y de
pensamiento. Sin embargo, en muchos casos, no es así; hoy son muchas las
personas que viven construyendo un futuro que nunca les llega sin embargo el
tiempo no se detiene, avanza a pesar de las excusas y de las inseguridades.
Cuando éramos niños la vida parecía eterna,
en la adolescencia se paralizaba el tiempo cada vez que nos enamorábamos, sin
embargo, la vida adulta pareciera confabular para desencantarnos de todo.
Pareciera
ser que estamos condenados a dejar de soñar y de amar. Ciertamente que algunas
almas insurrectas por naturaleza no se dejan influenciar con ligerezas y aman
sin disimulos, confían sin garantías y trabajan cada día en la construcción de
un mañana mejor para todos cuánto les rodean. Para aquellas personas el tiempo
también pasa rápido; sólo es que cuando tienen tiempo para detenerse a pensar
en estas cuestiones; es mucho lo que han hecho con sus vidas y pueden
considerarse satisfechos.
El horror, no cabe duda es aquel que asalta
a aquellos que no han hecho nada todavía. Para aquellos que se han visto año
tras año amarrados por los hilos invisibles de sus circunstancias. Para
aquellos que culpan a todos menos a ellos de sus fracasos; para esos que
tuvieron miedo y se quedaron paralizados cuando lo que vale ser vivido pasó
frente a sus ojos y ellos miraron para otro lado. Para aquellos que no son
capaces de darse cuenta que al vivir siempre ganamos. A veces son pequeñas las
ganancias, pero son en todo lo que por ellas hemos perdido.
Perder es una sentencia no escrita de la vida, por eso debemos alegrarnos de lo ganado. No debemos temerle al paso del tiempo, ni a los años que tenemos aún por vivir. Dar una mirada a lo vivido debiera ser apenas una pausa en el camino. Siempre tendremos el ahora y lo que fue no tiene por qué seguir siendo.
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