
Este 20 de noviembre se cumplen ya 100 años de La Revolución Mexicana. Seguro la revolución más significativa de la historia no solo de México, sino que también de América. Hay quienes ven en este proceso un caos que marcó la historia con muertes y un profundo espíritu de anarquía; pero lo evidente, lo que llama a la reflexión es como por más de 30 años (1876-1910) Porfirio Díaz y su gente "administraron" al país alcanzando un notable crecimiento económico y una estabilidad política que solo es posible cuando los pueblos están sujetos a la ignorancia.
Para el conocimiento colectivo quedan nombres como los de Pancho Villa y Emiliano Zapata, Francisco Maderos y Venustiano Carranza. Quedan los corridos que lejanos de su contexto original han perdido su esencia de alcohol y polvora, queda la sensación de que los mexicanos dieron una vuelta demasiado larga para volver a estar hoy como antes o tal vez peor.
Aquel es el peligro de vender la memoria historica, transformar lo que es conciencia en mero producto de consumo. Aquellos años son mucho más que la romantica estampa de la Adelita y de Juan sin tierras y sus cananas. Es parte de una historia que los malos gobernantes pretenden hacernos olvidar para instaurar a como de lugar sus estabilidades tan lucrativas para sus propios negocios.
Sin embargo la historia está allí, se resiste a ser disimulada por demasiado tiempo y estalla de nuevo de vez en cuando recordandonos que las sociedades humanas suelen reinsidir en los mismos errores del pasado. Hoy no solo México, sino que también muchos países de América del sur le han devuelto el poder a los patrones a cambio de mucho circo, a cambio de centros comerciales y eventos que nos nublen el pensamiento y nos permitan olvidar que hoy los guaraches son más lindos pero el suelo que pisan otra vez, como casi siempre, no nos pertenece.
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