A propósito de las canciones de Leonardo Favio; tengo algunas anécdotas que contar. La primera dice relación con que de niño siempre sentí una extraña cercanía con la manera en que las composiciones de este artista retrataban aquel incomodo sentimiento que es el amor. Imaginaba que había alguien en el mundo que esperaba para que yo le dijese cosas como las que el enamorado cantautor decía en sus canciones.
Cuando adolescente, claro está que me interesaban mucho más las composiciones de tipo social y aun así pude comprender que el sentimiento de amor de pareja tiene el mismo efecto embrutecedor tanto en los rompe huelgas como en los más recalcitrantes revolucionarios.
Cuando adolescente, claro está que me interesaban mucho más las composiciones de tipo social y aun así pude comprender que el sentimiento de amor de pareja tiene el mismo efecto embrutecedor tanto en los rompe huelgas como en los más recalcitrantes revolucionarios.
Mientras más revolucionario un ser humano; más intenso su sentimiento de amor hacia aquellos que comparten sus anhelos y son parte de sus luchas. Leonardo Favio seguro lo sabía, por eso componía como lo hacía por eso en los discos que grabó después de aquel que lo hizo tan conocido siempre procuró hablar de amor más allá del amor de pareja; cantó al amor hacía los más pobres, hacía los amigos, o a las aves e incluso se dio el lujo de conjugar la fe como otra forma de amor a los otros.
La segunda anécdota es de cuando yo iba al liceo. Me propuse probarle a un entrañable amigo de aquel tiempo que los poemas de amor siempre serían valorados por una mujer no importando lo banal que sus actitudes nos resultasen. Cada semana escribíamos una canción distinta de Leonardo Favio en esquelas muy delicadas y hasta les poníamos colonia. Después nos deleitábamos mirando en los recreos a la destinataria de nuestras misivas de amor. Esperábamos alguna señal, alguna palabra y sin embargo ella nunca nos escribió, ni nos dijo nada.
Tiempo después supe por otra querida amiga que aquellas cartas fueron muy mal recibidas. La supuesta inspiradora de todo aquel amor me consideraba un imbécil y a veces ni siquiera alcanzaba a entender lo que querían decir los versos. Como comprenderán; muy temprano aprendí a perder en cosas de amor. Entendí que el amor, como la revolución tiene conjugaciones, además de diferentes, bastantes caprichosa. No es que a algunas mujeres les parezca tonta la ternura o el romanticismo, de hecho la malagradecida tenía su novio y todo, es que hay amores que poco o nada tienen que ver con las cartas.
Tiempo después supe por otra querida amiga que aquellas cartas fueron muy mal recibidas. La supuesta inspiradora de todo aquel amor me consideraba un imbécil y a veces ni siquiera alcanzaba a entender lo que querían decir los versos. Como comprenderán; muy temprano aprendí a perder en cosas de amor. Entendí que el amor, como la revolución tiene conjugaciones, además de diferentes, bastantes caprichosa. No es que a algunas mujeres les parezca tonta la ternura o el romanticismo, de hecho la malagradecida tenía su novio y todo, es que hay amores que poco o nada tienen que ver con las cartas.
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