Después de haber escrito mucho en versos y ante el evidente respeto que me provocaban y me provocan algunos muy admirados escritores famosos por su prosa; me decidí a compilar mi primeros relatos (no me atrevo al día de hoy a llamarles cuentos) presentándolos como Historias que me contaron y otras que yo inventé porqué una vez más no sentía que hubiese creado nada, pero si me daba perfectamente cuenta que tenía que compartir algunas historias que cuando las contaba causaban no poco interés. Muchas veces estas historias no son tan buenas escritas como contadas, sin embargo me sentía y me siento orgulloso de haber podido reunirlas en un libro.
Son historias humanas; vivencias que pienso no está mal que sean compartidas. Experiencias comunes para mucha gente. No hay nada que pretenda aparecer como sorprendente, sin embargo son historias que ofrecen la posibilidad de reencontrarse una vez más con aquello que pensamos que forma parte de nuestro pasado y no pocas veces está más presente que nunca. La soledad, los secretos de familia, las travesuras y aventuras de cuando fuimos niños sumadas a la nostalgia de aquello que amamos o soñamos cuando fuimos bastante más jóvenes y menos cínicos.
Son ocho historias con las que me sentiré siempre muy bien acompañado; pasos hacía relatos bastante más ambiciosos. Nuevamente un inicio hacía aquello que nunca tendrá un final; aquel intento de ser capaz de redactar todo aquello que sentimos no pocas veces muchos de nosotros. La prosa nunca está terminada decía el gran Manuel Rojas (uno de mis narradores predilectos e innegable influencia en estos, mis primeros textos con la intención de ser narrador) estos fueron mis primeros intentos de al menos comenzar mis propias prosas; constato una otra vez que jamás estarán del todo terminadas y agrego que el arte de contar historias debe ser lo menos pretencioso posible; y no lo escribo pretendiendo justificar mis defectuosos escritos; lo escribo porque realmente lo creo.
Comentarios
Publicar un comentario