Es bien sabido que, para ver con mayor claridad, se debe mirar tanto con el ojo izquierdo como con el ojo derecho y que por más que uno se rodee de personas que piensan parecido a uno, muy poco aprende si se niega de vez en cuando a compartir con aquellos que piensan diferente. Para ir rumbo al norte me alié con dos esforzadas y valientes mujeres que la mayor parte de las veces piensan muy diferente a mí. Era un compromiso de palabra como aquellos compromisos, que en conjunto, esas mujeres y yo hemos tomado, de vez en cuando, en los últimos años.
Las acompañé al norte algunos días después de mi regreso de las tierras del sur que me estaban llamando desde la infancia. Este viaje, como todos los viajes que he realizado con ellas, conllevaba ciertas comodidades para mí y esfuerzos por parte de ellas; son ellas las que conducen sus autos y como yo cuando de viajes se trata sólo sé de buses y trenes no me queda más que ofrecerles algo de seguridad, pues ellas bien poco es lo que me necesitan cuando han viajado solas. Querían conocer el caribe chileno que es como le llaman a un lugar que en realidad se llama Bahía Inglesa.
Partimos de madrugada, como lo habíamos hecho algunos años antes rumbo al sur. Las carreteras son progreso que aunque caro garantizan que aquellos y aquellas que tienen el espíritu y un vehículo adecuado puedan llegar a destinos a los que antes costaba muchos más esfuerzos llegar. Hoy en día se precisa la hidalguía de conducir por varias horas, buena música que haga más amenos los kilómetros que se deben recorrer y la paciencia para comprender que viajar con otras personas puede otorgar variantes que le son desconocidas a aquel que hace todos sus viajes solo.
Me acordé involuntariamente del libro de Benjamín Subercaseaux, "Chile o una loca geografía" que había comprado hace muchos años atrás cuando habíamos ido al norte con otro grupo de personas entrañables. Me volví a emocionar con los colores que pinta la luz del sol en los cerros y los desiertos, a sentirme insignificante ante las enormes piedras que parecen vigilar nuestra inacabable sed de expansión. Reflexione una vez más acerca de la majestuosidad del mar que nos baña y nos une a lo largo de paisajes que en estos tiempos más que nunca se emparentan y se confunden.
Años atrás el sur era el frío, la lluvia, días nublados, el norte el calor, paisajes amarillos...hoy nada de aquello es tan absoluto. En el norte eso sí, a fuerza de estar parados más alto, las estrellas siguen siendo mucho más grandes y brillantes; el agua sigue siendo más tibia y en ella nos bañamos como hace muchos años no nos habíamos bañado. Pasamos tardes enteras sumergidos en las playas de aquel caribe que no es más que una imitación a escala del caribe verdadero, un ejemplo más de un lenguaje pluralista que pretende ponernos a todos en condiciones similares cuando de tomar vacaciones se trata.
Disfruté mucho; no tanto por lo bien visto que es tomar vacaciones en lugares donde vacacionan tan solo algunos privilegiados, si no por los bello de aquellos paisajes que enormes como son jamás podrán ser conquistados del todo, por la agradable y estimulante compañía de mujeres que saben muy bien lo que quieren y comparten conmigo su alegría y valentía. Al final es eso lo que busco cuando vuelvo a emprender un viaje...lugares y gentes que me conecten con los sentimientos que las urbes poco a poco van desgastando. No siempre es necesario ir tan lejos para recordarlo, esta vez lo fue y me alegra sobre manera haber estado al fin en gran parte de los lugares de esta loca geografía que insiste en brindarnos bellísimos paisajes tanto geográficos como humanos.
Comentarios
Publicar un comentario