Hube de dedicarle tiempo a la lectura de las 600 hojas que forman parte de esta segunda edición de la biografía abordada por Frank Harris a comienzos del siglo XX y publicada hasta ahora en variadas ediciones. Como me había ocurrido antes con el grueso volumen que reúne las obras completas de aquel, cuando menos singular, autor inglés que era Oscar Wilde, esta edición de 1951 la conseguí en un persa a un precio realmente irrisorio. Desde el momento que lo obtuve presentí que estaba ante una lectura que marcaría un antes y un después en mi fascinación por este autor de quien ya he comentado antes, la desbordante emoción que me producen algunos de sus cuentos.
Lo primero; ninguna mención a sus cuentos en tan grueso tomo. Toda la atención se la llevan sus obras de teatro, es decir se le describe únicamente como un dramaturgo pletórico en un comienzo de reconocimiento e ingenio, victima hacía el final de sus días de sus placeres y la hipócrita sociedad inglesa de la época. Podemos leer como es que incluso sus padres tuvieron, como extraño presagio, que comparecer en tribunales muchos años que la carrera y la vida de Wilde se viese aniquilada principalmente por su exceso de confianza. Su obsesivo amor por Alfred Douglas, demasiado escandaloso al momento de reconocerlo públicamente, es detalladamente descrito un volumen que también es muy rico en antecedentes sobre la vida de este autor que fue admirado a la vez que envidiado con parecida intensidad por quienes compartieron con él tiempo y espacio.
La información sobre el ocaso de un alma sensible a pesar de los excesos, la constancia de una vida egocentrista y egoísta incluso hasta el final, el relato del desconcierto y la mendicidad en la que vivió sus últimos años quien hasta antes del mítico juicio en que quedo sentada para el porvenir su homosexualidad es muy amplia. Fascinante también los múltiples documentos incluidos en el apéndice del libro. Vida y confesiones que a ratos nos parecen la prehistoria de una farándula que existió muchas décadas antes de que el termino tuviese algún sentido para los lectores actuales. Tengo entendido que existen mejores retratos sobre Oscar Wilde; doy fe de que éste no aburre en ningún momento. Siempre es triste recordar que tras aquellas inmortales historias que nos enfrentan a nuestra pueril naturaleza humana, inevitablemente, siempre hay a penas un ser humano.
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