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Frente a esta ventana

     Hace tantos meses que miro todo aquello que ocurre a través de esta ventana. Tantos meses en que la osada planta que insiste en permanecer encaramada e ir avanzando poco a poco a lo largo de los cables de la compañía de luz eléctrica ejecuta un lenta a la vez que ineludible fuga hacía la calle principal. Hay otras plantas, con colores mucho más llamativos sin embargo aferradas a sus raíces. Cantan, saltan...hacen y deshacen a su entero placer cientos de pajaritos que no habían tenido la posibilidad de hacer todo aquello que hace mucho rato que no podían hacer lo que ahora hacen.

Puedo ver a mis vecinos, saber mucho más de sus vidas, no porque lo busque necesariamente, es más bien que ellos y ellas son un tanto extrovertidos, alegres y la mayor parte del tiempo van rebosantes de vida y energía. Se escuchan más seguido y fuerte los ladridos de los perros que de costumbre, ha de ser porque mucha más gente de la que solía pasar por este pasaje pasa ahora. Las casas de dos pisos, sus ampliaciones son el paisaje cotidiano en los meses en que he permanecido largas horas sentado frente a la ventana.

Muchos más autos que los de costumbre estacionados...a veces un silencio largo que precede la alegría de las familias numerosas que se reúnen para almorzar juntos los fines de semana. Puede ser que alguna nostalgia por aquellos junto a quienes solía comer en aquellos tiempos en que podía ir a donde me diera la gana. La pregunta constante, aquella que no he hecho a pesar de tenerla presente cada día: ¿Cómo estás tú?, pregunta que guardo distante, cauto con respecto a algunas personas que de tanto quererlas dejo ser al grado de no escribirles si es que ellos y ellas no me escriben.

Entra buen viento la mayor parte del tiempo por esta venta. Por las tardes el calor suele ser bastante insoportable, sin embargo la mayor parte del tiempo lo soporto como antes soporté el frío. A veces me siento a leer junto a esta ventana. Leo y le permito al sueño hacer algo más que cerrarme los ojos; le permito atontarme los sentidos, derrotarme con respecto a aquel afán autoimpuesto de transitar muy despierto. Esta ventana es un espejo que para nada me refleja; alguien que me pudiese ver, con los ojos que miro yo a los demás, se permitiría decir seguro que yo nací para esperar a que la cosa cambie, que los largos periodos de inmovilidad favorecen mi natural pasividad.

No siempre fui pasivo, no siempre me di el tiempo de detenerme a mirar por esta ventana ni por ninguna otra ventana. Puede ser que me haya convencido a mi mismo de lo necesaria que era la calma; que sepa o haya sabido antes e quedarme dormido la última vez que la agresividad rompe las ventanas y no repara en las plantas, los pájaros, los perros o las personas. Hay que ver de lo que se da cuenta uno cuando anda sobrado de tiempo.




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