Muy pocas noches buenas recuerdo en que me haya sentido tan querido como en esta. Esta en que muchas personas se han visto obligadas a detenerse un poco, a pensar en aquellos a quienes tuvieron siempre y, por ahora, no es tan fácil tener cerca o abrazar. Esta noche buena en que sin lugar a duda el mejor regalo es todavía tenerse, saber que a quien amas todavía existe reconociendo que miles de personas tendrán que resignarse a los recuerdos que alcanzaron a guardar de sus seres amados.
La incertidumbre sigue siendo demasiado grande, obligados a permanecer juntos lo mejor y lo peor de nosotros ha terminado por ser evidente. La economía sigue siendo a ratos más importante que las personas y las personas no siempre entienden que esta vez cuidarse es cuidar a quienes más se quiere. Los mismos mensajes de las navidades pasadas se siguen enviando a través de las pantallas que ahora sí que están y van a todas partes. Mensajes que disimulados, modificados lo suficiente para que el modelo económico pueda seguir funcionando, siguen estando por todas partes.
De qué otra manera podría ser cuando más que nunca aquellos que gobiernan se ven orillados a comprar insumos para la salud. Es curioso constatar que esta vez, lo mejor que un gobierno puede ofrecer es el acceso universal a una vacuna. Una cosa lleva a la otra; pocas navidades nos han ofrecido tan claramente la oportunidad de apreciar la asertividad o el error de nuestro y nuestras gobernantes. Las pantallas inyectan estímulos a la vena de nuestros prejuicios y aunque como nunca podemos detenernos a pensar por nosotros mismos, terminamos intentando pertenecer como lo hacemos siempre.
Tuve la suerte de saber que dos mujeres que necesitan pasar tiempo juntas, escucharse, respetar sus silencios y quererse pudieron hacerlo, de ver cómo quienes acostumbrados a disimular sus heridas entregando regalos y forzando la alegría pudieron mirarse esta vez sin otra certeza que la de tenerse los unos a los otros, supe de gente que cansada de vivir siguió viviendo y de quienes sin haber vivido todavía su vida, pasaron aquello que llaman noche buena conectados a un respirador mecánico.
Alguien dijo que lo mejor que podría pasarnos es estar aquí, junto a los que más queremos la próxima navidad; y aunque lo dijo a la luz de todo cuánto ha pasado, me sentí contento, reconocido a pesar de no saber como decirlo, porque, que quienes están más cerca de nosotros no alcanzasen siempre a darse cuenta de tan sencilla certeza, es el motivo que a tantos de nosotros nos hacía sentirnos tristes en tantas otras navidades donde no bastaron ni las luces, ni las expresiones materiales del cariño para otorgarnos una feliz navidad. Nunca un pedacito de pan de pascua, una galleta o una papa rellena tuvieron la posibilidad de parecernos, con tanta claridad, un anexo del tremendo amor que no solo podemos dar, sino que tenemos que aprender a recibir.
Comentarios
Publicar un comentario