Me acabo de dar cuenta de que a pesar de lo mucho que me gustan los discos de The Beatles, he comentado poco en relación a lo que siento cuando los escucho. Comencé estos comentarios de música confesando mi fascinación por el trabajo de esta banda (cosa para nada original dado que a tanta gente le gustan tanto o más que a mi la música de la banda más importante de Inglaterra). Concedo además que existen quienes encuentran muy poco en sus composiciones o incluso, que alguien se haya "hastiado" de tanto escuchar tanto la música como los elogios hacía una banda que no dejará nunca de recibir elogios.
El motivo de estas divagaciones es que he estado escuchando de nuevo Rubber Soul un disco de los genios de Liverpool que, a mi parecer, contiene mucho más de lo que un asiduo ocasional de la buena música podría recordar. Es cierto, en este disco podemos encontrar canciones globalmente conocidas como Michelle o Girl, pero qué me dicen de Nowhereman o Think For Yourself. Sabido es que la banda no sólo era innovadora en sus arreglos musicales, sino que también, según fue pasando el tiempo entre cada una de sus publicaciones, la calidad, el misterio y la genialidad de no pocas de sus letras fue ganando en poesía y contenido.
Resulta en general un placer escuchar discos de The Beatles en todo momento y es un placer en particular volver a escuchar este disco en que la poderosa dupla Lennon-Mc Cartney da paso a una por entonces insipiente espiritualidad musical de Harrison. Ringo cantando como es costumbre algo agradable de ser escuchado (What Goes On) los instrumentos hechizándonos como era natural en los anteriores lanzamientos. Pero esta vez, algo hay, algo que presagiaba que los futuros álbumes ya nunca más serían lo mismo. Una transición que nos guiará en la senda de emociones imaginadas antes de oír por primera vez este disco esencial y por supuesto, todos los que vendrían después.
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