Sentarse a leer algunos de los cuentos de Ernet Hemingway una tarde cualquiera, acariciado el rostro por el viento, perdido en lo simple y a la vez efectivo de sus descripciones y en la sicología de sus personajes puede ser, sin temor a equivocarme, una de las experiencias literarias más gratificantes en la vida. Contar con una compilación de ellos, por breve que sea, es una suerte que podemos concedernos e incluso podemos aspirar a más consiguiendo ediciones como la que aquí comento.
En este libro se reúnen todos los relatos que en mil novecientos treinta y ocho el propio autor compiló en una edición de sus cuarenta y nueve primeros cuentos. Podemos encontrar maravillas como "La breve vida feliz de Francis Macomber","Las nieves del Kilimanjaro", "Campamento indio" o "Padres e hijos", por nombrar apenas algunos. Tenemos por lo demás una parte importante de lo que pretendió el imprescindible autor norteamericano que fuera su mundo: la caza, la pesca, la guerra, el boxeo, el alcohol y cómo no, las contradicciones humanas.
La mayoría de los cuentos son breves, envolventes. Desafían al lector a hacer una pausa tras terminarlos para procesar todo cuánto ha sucedido (mención especial a esos fragmentos denominados "Capitulos" que lo mismo nos estremecen con breves y horribles imágenes de la guerra o las corridas de toros). Leerlo es una aventura compuesta de muchas desventuras que nos enrostran que la condición humana es a la vez bella que cínica. Se sabe que estamos ante una parte muy importante de la obra de uno de los mejores escritores del siglo XX y sin embargo es inevitable sorprenderse, que se nos ponga la piel de gallina y que disfrutemos leer un sube y baja de emociones que nos vuelve un poco adictos y necesitamos volver por más. Un libro esencial para quienes sueñan con las aventuras que muy pocos saben contar con la maestría que Ernest Hemingway lo hacía.
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