Alicia (Leonor Watling), bella, etérea postrada en cama, cuidada con esmero por aquel enfermero que ha llegado a amarla al grado de haber pensado en casarse con ella tras haber cometido un acto horrible y que es presentado de una manera trágicamente poética, por un director habituado a los excesos tanto musicales como estéticos, por medio de una película muda que nos ahorra el comprensible rechazo ante un acto que se diluye en el contexto de lo que el enfermero siente por la mujer que dicen que no le escucha y a quién él le ha ofrecido todo cuanto tiene para ofrecer.
Estremecedora al grado que nos recuerda lo valiosa que es la vida desde la perspectiva de la muerte. De la perdida de lo amado y de lo irónica que puede llegar a veces a ser la vida por medio de combinaciones que nos pueden deparar finales jamás imaginados. Bella en todos los aspectos, inicio y cierre por medio del ballet, Caetano Veloso cantando en medio de la historia provocando en dos de los personajes una emoción que es extrapolable a cualquiera que haya amado a una mujer sin un final feliz. Algunos libros disimulados en las escenas gravitantes en la psicología de los personajes y una historia de parejas que van buscando sin buscar un final feliz que de seguro no será fácil, porque nada resulta fácil cuando intentamos hablar de amor.
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