Porque escribí no estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Diosni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.
Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.
Estas dos ultimas estrofas de uno de los poemas más hermosos de Enrique Lihn han sido algo así como un manifiesto, un pretender decir por medio de los versos de otro aquello que hubiesen querido decir primero mis palabras. Las leí en un libro cuando la adolescencia, por supuesto que las escribí en mi cuaderno de notas y empecé a soñar con poder algún día comprar el libro completo. Pasaron los años y lo perdí de vista en los estantes de las librerías, incluso encontré una nueva edición mucho más completa y revisada, pero yo quería una copia de la edición que tanto recordaba. No costó mucho entender la tremenda importancia que tiene Enrique Lihn en la poesía chilena de la segunda mitad del siglo XX, de ahí lo difícil de conseguir sus primeros libros. Tuve A partir de Manhattan y por algunas necesidades que apremiaban, lo vendí. Ahora podría comprar las recientes recopilaciones, que por cierto no son pocas, pero tengo una extraña nostalgia de la poesía como la leía cuando tenía miedo de mostrar a demasiados mi propia poesía.
Encontré el libro Porque escribí en un puesto de libros usados, en uno de mis persas predilectos. No fue muy caro porque no estaba todo lo bien cuidado que merecía. Pagué el precio y tomé rumbo a casa con la sensación del valor que tenía el libro para mí. Lo leí de inmediato, dudé, discrepé y compartí los poemas en partes iguales. Entendí porque había escrito en mi cuaderno de apuntes tan solo las dos últimas estrofas. La poesía de Enrique Lihn me queda grande, en algún lugar leí que era el único poeta al que Nicanor Parra respetaba y entendí que a mi Nicanor no me parece mejor poeta que Violeta. Cosas de grandes poetas, pienso yo. De todos modo el libro es testimonio de un grande casi siempre incomprendido. Habrá que leer muchas otras veces a ver si logramos encender las ampolletas que aun son parte de la oscuridad.
Comentarios
Publicar un comentario