El primer día llegué temprano; tenía mucha curiosidad de saber cómo sería la cosa. El stand de ediciones ondemand estaba lleno de personas (igual que el año pasado en que solo asistí como lector a la feria). La mayoría de ellos escritores (as) y las personas que cumplían distintas funciones tras el empeño de vender los libros y además mostrar de lo que es capaz una buena imprenta en estos días en que los libros autoeditados han recobrado el valor que tenían hace más de cien años. Un autor, bastante avanzado en edad y en ventas, llamó mi atención por sobre todos los demás. Le llamaremos "don alemán" y diremos que él necesitaba vender sus libros y así lo hacía.
Los libros de todos los autores que habíamos aceptado participar este año estaban siempre presentes y a la vista de los potenciales lectores. El trabajo de las y los encargados del stand era sobresaliente en relación a el respeto y el cariño con que intentaban darle la importancia que merecían los distintos autores (sobre todo en los momentos de firmar/dedicar libros). La feria estaba conformada, al igual que el año pasado, principalmente por editoriales alternativas que han mantenido a flote esta iniciativa cultural histórica en la capital de un Santiago en donde, como nunca, se venden muchos libros a pesar de la pandemia y los acontecimientos sociales que no han hecho sino dar una vuelta bastante grande para llegar, más o menos, a donde mismo.
El segundo sábado en que fui (o sea ayer) me acompañó mi hija. Sentí su alegría de ver a la venta mis libros, la emoción de que uno de los libros por los que los y las potenciales lectoras y lectores se interesaban era La memoria del aire en el agua que es su libro. Ella me hizo sentir por un rato importante, valorar el escribir dedicatorias a las primeras personas a las que no conozco de nada y compraron algunos de mis libros...en fin, el deseo de escribir nuevas cosas, de mejorar aquello que hasta ahora he ofrecido porque no es posible, después de escribir tanto, negarse a compartirlo con quienes están incluso dispuestos a pagar por leer lo que escribe un hombre común que tiene una hija que es extraordinaria y una vida que todavía merece ser vivida.
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