La vida nos termina por enseñar que aquello de los buenos y los malos, la mayor parte de las veces, tiene sustento nada más que en las historias que nos contamos desde tiempos inmemoriales, para ver si así podemos ser un poco mejor los unos con los otros. Por mi parte no tengo ningún interés en convertir a nadie en héroe o en villano; sin embargo, debo reconocer que sé muy poco acerca de mi padre. Él salió hace muchos años de la vida de mis hermanas y de la mía; nos visitó demasiado poco cuando fuimos niños y solo recuerdo que muy pocas veces podía contribuir con dinero para nuestra manutención, razón por la que incluso estuvo preso un par de veces.
Tengo un vacío demasiado grande detrás de
su rostro. Casi no nos vimos ni hablamos por algo así como veinte años; sé muy
poco de su infancia, de cómo se sentía con respecto a la historia incompleta
que inevitablemente le pertenecía tanto a él como a nosotros. Mi mamá intentó
no hablarnos nunca mal de él (al menos a mi hermana más chica y a mí; mi
hermana mayor tiene otra opinión), dice que siempre fue un hombre muy
trabajador, yo lo recuerdo casi siempre aproblemado, incapaz de poder con la
natural demanda que una nueva familia y los tres hijos de la familia dejada
atrás debían significar. La distancia que nos separa, de la que él tanto como
mi mamá son responsables, le resultó a mi padre mucho más cara que a nosotros.
Sé que sufrió mucho, que tuvo tiempo suficiente para arrepentirse de sus
errores y que murió entendiendo que no siempre resulta fácil desandar los
caminos que hemos decidido caminar.
Comentarios
Publicar un comentario