Dicen que esta es la película más exitosa del cine argentino. Dicen que tiene una calificación casi perfecta en las páginas que se reconocen como expertas en buen cine. Dicen que es una antología de cortos muy mala leche o que es, en exceso, una torta de humor negro. Todo eso y mucho más; Relatos salvajes es una película de esas que quienes tienen un estomago fuerte por ningún modo olvidan. Está Ricardo Darín (¿Cómo no si en la mayoría de las películas argentinas está Ricardo Darín) pero su historia no es una de las más entretenidas. No es aburrida; sólo no es una de las más entretenidas.
Es que con seis historias hay mucho donde elegir. Quién ve las historias nunca se aburre. Un avión donde todos los pasajeros conocen a un tal Gabriel Pasternak. Un restaurant de carretera donde cuesta mucho que se concrete una venganza. Dos conductores empecinados en demostrar cual de ellos es el más macho. Un experto en explosivos resentido porque le cursaron un parte. El hijo de una familia muy acomodada que cometió un error que puede costar demasiado caro para su padre y la guinda de la torta; una fiesta de matrimonio en donde todo se desmadra y nosotros no podemos contener la risa.
Un poquito más de dos horas que garantizan risas incomodas, momentos sorpresivos y soberbias actuaciones. Insisto en que los seis relatos son dignos del mejor cine de antología (ese en donde en una misma película te cuentan historias auto conclusivas que puede que tengan algún elemento en común como puede que no lo tengan). Las compañías productoras (El Deseo; de España y K&S Films; de Argentina) no se podían convencer del enorme éxito que tuvo en toda Hispanoamérica esta película que para muchos fue la mejor del año dos mil catorce. No me cabe duda que quienes la vean por primera vez se sumaran, sin mayor cuestionamiento, a los que habiéndola visto, por lo menos una vez, se mueren de ganas de volverla a ver.
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