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La sensibilidad (II)


Se vuelve complicado comenzar a sentir rabia, decepción y tristeza cuando se es pobre. Intentar expresar sin herir ni herirse, darse por enterado de que no tienes siquiera la posibilidad de esperar porque en esperar has visto que a otros se les ha ido la vida.

    Se vuelve complicado oír a otros hablar del hambre y verles comer sin notar siquiera a quienes continúan sintiendo hambre a su lado. Crecer entre gente que a menudo debe elegir sobrevivir solos porque cada vez se hace más difícil vivir con los que están al lado. Intentar protestar en medio de una masa gris que calla y otorga porque, saben mejor que nadie que el protestar a otros les ha costado demasiado caro en el pasado.

    Uno ve a tanta gente hablando de los pobres sin haberse sentado a tomar una taza de té en la mesa de cualquier pobre, tanta gente hablando de la justicia olvidando ser justos con aquellos que son más frágiles o menos poderosos, oye a tanta gente hablando del amor de Dios los domingos e ignorando los lunes a quienes huelen mal en la calle.

    Temprano uno se puede dar cuenta que las personas somos contradictorias; que odiamos porque nos odian, robamos porque nos roban y terminamos creyendo aquello de la ley del más fuerte. Corremos diariamente el riesgo de creer que las cosas siempre fueron así, que lo que no pudieron cambiar otros... mucho menos podremos cambiarlo nosotros y de puro sensibles volvernos para adentro cerrando sin llave la puerta tras la que se ampara lo que sentimos, pero que demasiado pocos quieren escuchar.  




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